
Me ha costado mucho escribir este texto, porque no sabía cómo empezarlo ni cómo continuarlo, porque ya se ha dicho de todo sobre la crisis climática y todo el mundo, incluso quienes niegan su realidad, están al corriente de lo que puede ocurrir si se cumplen lo que auguran las investigaciones, los informes y las noticias que se han publicado desde hace ya muchos años.
Lo escribo desde el convencimiento de que estamos al inicio de un cambio de ciclo histórico de unas dimensiones enormes, seguramente nunca vistas, pero también desde la certeza de que nadie sabe qué va a pasar, ni exactamente ni aproximadamente, al igual que casi nadie supo prever hasta qué punto un nuevo virus haría temblar entero al mundo humano.
Pero sobre todo lo escribo desde la perplejidad de mirar a mi alrededor y darme cuenta de que, sin embargo, la inmensa mayoría de la gente sigue haciendo como si los cambios que deberemos hacer en nuestras vidas fueran de pequeña escala, una escala que no nos exigirá mucho más que optar por un coche eléctrico en vez de uno de gasolina o diesel.
Y también lo escribo con la sensación de que el grueso de nosotros estamos esperando a que las cosas cambien en nuestro entorno más o menos inmediato para empezar a cambiar nosotros mismos, como si estuviéramos en la línea de salida de una carrera esperando oír el disparo para empezar a correr.
O como si fuéramos los protagonistas de la obra de Samuel Beckett, los que están esperando a que venga Godot para decirles lo que deben hacer, una espera que les desespera, pero al mismo tiempo les impide tomar ninguna decisión.
MANIFIESTO POR UNA INDUSTRIA «ORGÁNICA»
Porque así es como mucha gente parece que ha entendido la situación: que son los demás los que deben empezar a cambiar, principalmente los políticos, que se supone que deben organizar los cambios y obligar a las empresas a adaptarse, y después nosotros ya les seguiremos más o menos obedientemente o más o menos quejándonos, pero acatando de forma más o menos resignada los cambios más o menos pequeñitos que nos tocará hacer.
Pero existe otra opción: empezar a modificar nuestros hábitos cotidianos con el objetivo de reducir el consumo de energía, sobre todo de combustibles fósiles, que es el principal origen del problema.
Esta opción tiene una gran ventaja: en vez de la pasividad que supone esperar a que ocurran cosas, exige una actitud activa para analizar los hábitos de consumo y tomar decisiones de acuerdo con nuestras posibilidades, así como de la información de la que disponemos.
SOMOS ADICTOS A LOS COMBUSTIBLES FÓSILES
¿Cómo hacer esto? Ésta es una pregunta que depende mucho del estilo de vida de cada uno, y las respuestas pueden ser muy diferentes, yo sólo puedo explicar mi caso, que es el único del que puedo dar fe:
Tengo 59 años, vivo en Barcelona y me muevo en bicicleta y en tren, un hábito con el que, desde que tenía 35, fui sustituyendo el uso del coche y de la moto, y ahora hace más de 10 años ya no tengo ni uno ni la otra.
Cada día voy en bicicleta al trabajo, que tengo a unos 10 kilómetros de casa y cuando necesito un coche, para los trayectos cortos lo alquilo -principalmente carsharing- y por los largos uso el de mi madre, que voy a buscar en tren porque vive a 35 kilómetros.
También hace 20 años decidí hacerme vegetariano, es decir, dejar de comer carne y pescado, y ahora mismo hace 4 años que no subo ningún avión, un medio de transporte que evitaré en el futuro lo más posible.
También utilizo fiambreras, bolsas para ir de compras y otros utensilios para evitar al máximo los envases, bolsas y otros objetos de plástico u otros materiales que se convierten en residuos inmediatamente, y procuro ahorrar el máximo de agua en casa, reutilizando la de la ducha y la de la bañera para evitar lanzar agua potable limpia por el water.
Estos son los cambios que he hecho hasta ahora e iré añadiendo más a medida que me vaya haciendo consciente de otras afectaciones negativas de mis hábitos cotidianos.
No lo explico porque lo que he hecho tenga que servir de modelo para nadie, cada persona, cada familia, cada hogar, es un caso particular y tiene sus márgenes de acción, lo explico para exponer algunas de las cosas que se pueden hacerse sin esperar cambios exteriores.
Lo que he hecho hasta ahora no es ninguna heroicidad, sólo son decisiones que he tomado conscientemente para contribuir a los cambios necesarios. Tampoco son sacrificios enormes que hayan empeorado mi vida, continua siendo más o menos como antes, en muchos aspectos hasta mejor, y además tengo la tranquilidad de espíritu de no ser un sujeto pasivo que se limita a esconder la cabeza bajo el ala con la esperanza que todo esto sea un sueño.
Para terminar añadiré quizás lo más importante: también estoy convencido que sólo cuando mucha gente haga cambios profundos en sus hábitos cotidianos, los gobiernos y las empresas se veran obligados a hacer también cambios análogos para dejar de quemar combustibles fósiles y reducir la huella ecológica colectiva.
Josep Maria Camps Collet
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