Capítulo 1 – el discurso de la ONU
Lo primero que veo cuando entro en el edificio de la sede de las Naciones Unidas en la ciudad de Nueva York es a Roxy, mi perro. Nos están proyectando en una gran pantalla que aparentemente es parte de una exposición de arte internacional. Cuando veo sus ojos marrones de labrador, casi siento como si estuviera aquí conmigo. De repente me acuerdo de cuánto lo extraño.
Hoy es 23 de septiembre de 2019 y han pasado siete semanas desde que subí al tren en Estocolmo y empecé mi viaje. No tengo ni idea de cómo ni cuándo regresaré a casa. Han pasado tres semanas desde que el barco Malizia entró en el puerto de Nueva York y dejó la vida pacífica y restringida en el océano. Después de los catorce días que pasamos en el mar, navegamos pasando la Estatua de la Libertad, caminamos por los muelles de Manhattan y tomamos la línea roja del metro en dirección a Central Park. Me temblaban las piernas y todas las impresiones de la gente, los aromas y los ruidos se volvieron casi imposibles de asimilar.
El tiempo en Nueva York ha sido surrealista: si la atención de los medios fue grande en Europa, no es nada comparado con cómo es aquí. Hace un año, la idea de ver fotos de mi perro dentro de la ONU hubiera sido impensable. Ahora no es nada extraño. Me veo por todas partes. Justo la noche anterior, uno de mis discursos se proyectó en la fachada del edificio de la ONU. Pero, afortunadamente, carezco por completo de interés en esas cosas. Si te importa este tipo de atención, probablemente desarrollas una imagen de tí mismo que está lejos de ser sana.
Es muy difícil moverse dentro del laberinto gigante de este edificio. Presidentes, primeros ministros, reyes y princesas, todos se acercan a mí para charlar. La gente me reconoce y de repente ve la oportunidad de hacerse una selfie, que luego pueden publicar en Instagram con el hashtag #SaveThePlanet. Quizás les haga olvidar la vergüenza de su generación, decepcionando a todas las generaciones futuras. Supongo que quizás les ayude a dormir por la noche. En la sala verde, sentada con los otros oradores, trato de repasar mi discurso, pero constantemente me interrumpen las personas que quieren tener una pequeña charla y tomarse selfies.
Entra el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, charlamos un poco, tal como me enteré que se supone que debes hacer, lleno mi botella de agua y me siento de nuevo. Luego es el turno de la canciller Angela Merkel de acercarse, felicitar, tomar una foto y preguntar si puede publicarla en las redes sociales. Un buen comienzo para mí. Jacinda Ardern, la primera ministra de Nueva Zelanda, espera en la fila, pero no da tiempo antes de que comience el evento.
La semana de la asamblea general anual de la ONU en Nueva York es siempre un gran evento mundial. Pero este año es un poco más especial, ya que el secretario general ha decidido que la atención se centre exclusivamente en el clima. Las expectativas son enormes. Se ha promocionado como un momento de “ahora o nunca”. Casi todos los líderes del mundo están sentados en la sala, pero solo aquellos con las llamadas «soluciones» específicas han recibido una invitación para dirigirse a la asamblea general. El evento comienza con un espectáculo de luz y sonido digital muy ambicioso. El volumen es demasiado alto, estoy de pie al fondo tapándome los oídos.
No aceptamos esas probabilidades. De eso trata el discurso si lo lees en su totalidad. Y, por supuesto, no entra en el presupuesto de carbono restante. Pero el único mensaje que parece haber resonado es: ¿cómo os atrevéis? Nunca me he enfadado en público, apenas alguna vez en casa, pero esta vez he decidido que tengo que aprovechar al máximo el discurso. Dirigirse a la Asamblea General de las Naciones Unidas es algo que probablemente solo pueda hacer una vez en la vida. Así que esto es todo. Necesito decir cosas que pueda mantener durante el resto de mi vida, para no mirar hacia atrás dentro de sesenta o setenta años y lamentar no haber dicho lo suficiente. Así que elijo dejar que mis emociones tomen el control.
En el metro de vuelta a casa, veo que muchos a mi alrededor están viendo el discurso en sus teléfonos. Algunos me expresan apoyo y me felicitan, alguien sugiere que deberíamos celebrarlo. Pero no entiendo porqué me felicitan, y entiendo aún menos qué se supone que debemos celebrar. Otra reunión ha terminado y todo lo que queda son palabras vacías.
Greta Thunberg
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Capítulo 4 – Viaje por carretera
Capítulo 6 – Puntos de no retorno
Capítulo 9 – Atravesando el Atlántico
Capítulo 10 – Lavado verde o «greenwashing»
Traducción del programa “La humanidad todavía no ha fallado”, escrito y grabado por Greta Thunberg y emitido en inglés y en sueco en junio de 2020 por Sveriges Radio, la radio nacional sueca.
Podéis escucharlo entero en inglés en el siguiente enlace: https://sverigesradio.se/sida/avsnitt/1535269?programid=2071
La transcripción completa en inglés la publicó la revista TIME el 10 de julio de 2020, la encontraréis en este enlace: https://time.com/5863684/greta-thunberg-diary-climate-crisis/
En este programa Greta Thunberg reflexiona sobre sobre el año y medio que ha pasado recorriendo el mundo para reclamar los cambios necesarios para cumplir con los acuerdos de París del 2015 contra el cambio climático.
Greta se inventó las huelgas escolares por el clima el 20 de agosto de 2018, hace ya más de dos años, y en este tiempo se ha convertido en la activista ambiental más conocida e influyente del mundo.
Hace más de un año y medio escribí el siguiente texto sobre ella, creo que acerté de pleno en los pronósticos:
GRETA THUNBERG, UN MILAGRO NECESARIO
Josep Maria Camps
