Siempre me ha fascinado el cuento del vestido nuevo del emperador: la idea que una corte entera y un país entero puedan aceptar de manera «normal» que su máximo dirigente desfile completamente desnudo por las calles, con el argumento que lleva un vestido maravilloso que no pueden ver los tontos, parece a la vez increíble y completamente creíble.
La irrupción en la escena internacional de Greta Thunberg me ha evocado de manera muy directa y poderosa este cuento: verla ante las élites económicas, políticas y sociales mundiales que se reunen cada año en la cumbre de Davos, haciéndolos responsables del cambio climático y el calentamiento planetario sin temblarle la voz en ningún momento, equivale a presenciar la versión más real y actual del cuento.
Para los que no conozcáis a esta chica de 16 años que apenas aparenta 13, su fama empezó en agosto cuando se plantó ella sola delante del parlamento de Suecia cada día para reclamar que su país cumpla con los compromisos de París sobre el cambio climático. Fue justo en plena campaña de unas elecciones legislativas en las que no podía votar, y se dijo: no tengo voto, pero tengo voz.
En septiembre, después de las elecciones, transformó su protesta de diaria en semanal, y desde entonces cada viernes falta al instituto para sentarse delante del parlamento. Una acción individual que compartió en las redes sociales y que atrajo la atención de activistas y de periodistas, que empezaron a hablar de ella.
En noviembre grabó un discurso de las llamadas conferencias TED, en diciembre la invitaron a hablar delante de los negociadores de la COP24 de las Naciones Unidas sobre el cambio climático en Katowice, en Polonia, y en enero ha hecho lo mismo en Davos.
Como resultado del revuelo mediático y en las redes sociales, con las etiquetas #FridaysForFuture -viernes por el futuro- y #SchoolStrike4climate -huelga escolar por el clima-, su iniciativa se ha convertido en un movimiento europeo, con huelgas y manifestaciones inauditas y masivas de adolescentes en países como Bélgica o Alemania, movimiento que ya tiene ramas en otros países no europeos como Australia, Nueva Zelanda y Canadá, y que no sería extraño que acabase siendo planetario.
Invito a todo el mundo a escucharla: tal vez lo más sorprendente de Greta es la solidez de su discurso y la contundencia y serenidad con las que lo expresa, en un inglés perfecto y con frases cortas que saben condensar la magnitud del problema:
«Cuando digo que os asustéis, que entréis en pánico, quiero decir que tenemos que tratar la crisis como una crisis.»
«Pero no hay reuniones de emergencia, ni titulares ni noticias urgentes, nadie actua como si estuviéramos en una crisis.»
“Ahora utilizamos 100 millones de barriles de petróleo cada día. No hay ninguna política para cambiar esto, no hay leyes para mantener el petróleo bajo tierra.»
«La mayoría de científicos del clima y de políticos ecologistas continuan cogiendo aviones para recorrer el mundo, y comiendo carne y lácticos.»
“Hay gente que dice que tendría que estudiar para ser una científica del clima para «resolver la crisis climática». Pero la crisis climática ya está resulta, ya tenemos todos los hechos y también las soluciones.»
“Necesitamos esperanza, claro, pero todavía necesitamos más pasar a la acción.»
“Como nuestros líderes se están comportando como niños, tenemos que tomar la responsabilidad que ellos deberían haber asumido hace tiempo.»
Su discurso evidencia que ha aprovechado su escasa edad para documentarse a fondo y que domina las cifras y los aspectos importantes de la problemática. Además, afirma que desde que llega a grandes audiencias, consulta los detalles con especialistas para asegurarse de que no divulga información errónea.
Pero quizás lo que da más potencia a su discurso es su coherencia: ha rechazado invitaciones para ir a hablar a muchos sitios del mundo, porque implicaba ir en avión, cosa que contribuye bastante al cambio climático. A Polonia y a Davos fue en tren. Tampoco come ningún tipo de alimento de origen animal, porque la producción industrial de carne y de leche y derivados es una de las principales fuentes de gases de efecto invernadero.
Su conversión en estrella internacional ha provocado que muchos escépticos la critiquen y pongan en duda su autenticidad: la han acusado de estar manipulada, de cobrar de intereses oscuros, de promocionar un libro de su familia, etc.
Ella se ha defendido explicando su historia: oyó hablar del cambio climático por primera vez cuando tenía 8 años, se obsesionó con el contraste entre lo que iba descubriendo y la ausencia de medidas para afrontarlo, a los 11 años entró en depresión, dejó de hablar y de comer, perdió 10 quilos en 2 meses… hizo entrar a su familia en la crisis enorme que ella percibía en el mundo.
Además de otras patologías mentales menores, le diagnosticaron la síndrome de Asperger, un tipo de autismo que limita mucho las capacidades sociales de los que la sufren, a la vez que les puede proporcionar capacidades cognitivas superiores. Por el camino consiguió que la familia enteresa se hiciese vegana, que su madre renunciara a su carrera internacional como cantante de ópera para no contribuir, con sus viajes, a las emisiones de la aviación comercial.
En resumen, más de 4 años de calvario familiar que los padres contaron en un libro titulado «Escenas del corazón», publicado coincidiendo con el inicio de su huelga escolar y con ella en la portada. Y de ahí las sospechas que su huelga fuera una simple promoción.
Pero el momento crucial para ella fue unos meses antes, con un concurso de un periódico sueco, el Svenska Dagbladet, que pidió artículos sobre el cambio climático: se presentó y en mayo fue una de las ganadoras. Su artículo se publicó en el periódico y atrajo la atención de activistas suecos, que entraron en contacto con ella.
Discutiendo sobre qué acciones podían emprender para atraer la atención mediática y política al problema, ella, inspirándose en los estudiantes del instituto de Parkland, de Florida, en los EUA, que en febrero del 2018 se habían negado a volver a clase después del tiroteo masivo en el que murieron 17 personas, propuso una huelga escolar.
A nadie más le pareció una buena idea y decidió no colaborar con ellos y actuar por su cuenta. A los padres la idea de la huelga escolar tampoco les gustó, y le dijeron que tendría que hacerlo sola, sin ningún tipo de ayuda.
De manera que después de meses de darle vueltas y también de un verano excepcionalmente cálido en Suecia, con miles de hectáreas de bosque quemadas por grandes incendios forestales, el 20 de agosto, cuando se sentó delante del parlamento con una pancarta de cartón en la que sólo ponía «huelga escolar por el clima» en sueco, la misma que llevó a Katowice y a Davos meses después, actuó completamente sola.
Es decir, como el niño que, delante del emperador desnudo y de todo el mundo haciendo ver que va magníficamente vestido, se atreve a romper por su cuenta y riesgo el ridículo consenso que lo rodea y grita «está desnudo!».
Este cuento me gustaba porque intuía que revela una realidad muy profunda de la naturaleza humana: la tendencia a la conformidad, cuando, delante de algo que vemos claramente que es irracional o erróneo, pero que por miedo a quedar en evidencia ante los demás, por miedo al aislamiento social, acabamos aceptando y haciendo ver que no vemos.
A mí esta chica me ha hecho ver que las opciones personales de las que me sentía tan orgulloso -el vegetarianismo, no tener coche y desplazarme en bicicleta y en tren, y pocas más- son más bien limitadas. Especialmente si tenemos en cuenta que este verano he pasado por delante del parlamento sueco por primera vez, pocas semanas antes que ella se instalase delante, en un viaje de vacaciones en avión…
Lo confieso: desde que he descubierto a Greta lloro bastante a menudo, cuando la escucho o cuando leo sus textos. No puedo evitarlo: me hace sentir como un miembro más de la masa humana que estaba contemplando al emperador desnudo, pero haciendo ver que no pasaba nada. Que es lo que soy, y que es lo que a partir de ahora quiero dejar de ser.
La exposición mediática y la fama han estropeado a mucha gente antes, y puede ser que también le pase lo mismo a Greta, no sería nada raro. Lo que la puede proteger más, posiblemente, es lo que le permitió llevar adelante su iniciativa en soledad, y lo que le da la serenidad necesaria para exponer su discurso donde haga falta: su Asperger. Aparentemente es lo que le da la fuerza para ser coherente, para no ceder ante las convenciones sociales, lo que le marca la urgencia de no renunciar a ninguna de las necesidades que vive como esenciales.
Y claro que su discurso puee ser acusado de demasiado simplista, que la realidad es muy compleja y que las soluciones que ella reclama, las mismas que reclaman desde hace décadas miles de científicos, son muy difíciles de llevar a la práctica. Pero a pesar de esto parece muy necesario que alguien formule este discurso radical, y que lo haga desde una radicalidad auténtica, predicando con el ejemplo, además de con el discurso.
Además ella es sorprendentemente consciente de todo esto: lo formula ironizando sobre su Asperger, diciendo que le hace ver las cosas «en blanco y negro», y que a pesar de la complejidad de las soluciones, que no niega, hay una realidad «en blanco y negro»: todas las soluciones pasan por dejar de emitir gases de efecto invernadero, que es lo que no estamos haciendo.
Y ha identificado la auténtica raiz del problema. no lo vivimos como una crisis porque los que marcan la agenda política, económica y social en cada país y en el mundo entero no lo tratan como una crisis, ni mucho menos. Y termina rematándolo con más ironía y también con paciencia, diciendo que que su tarea le llevará un cierto tiempo.
De momento ha conseguido atraer la atención de las organizaciones ambientales y de los medios de comunicación, que la convierten en protagonista de notícias con titulares sacados de su discurso. Habrá que ver cuanto tiempo tardan -tardamos- en aparcarla en un rincón y olvidarla, como pasa con la mayoría de problemáticas de difícil solución que nos hacen sentir culpables.
Pero lo que también parece es que su capacidad de articular discurso va acompañada de una capacidad estratégica considerable -la huelga escolar que se ha inventado es quizás la muestra más clara, también las gestiones que habrá tenido que hacer, quizás ayudada por la familia o quizás no, para negociar sus apariciones públicas-, de manera que no sería nada extraño que encontrase estrategias para mantenir viva la tensión mediática que ya ha conseguido despertar.
A parte de estas especulaciones, quizás lo más importante es que está ofreciendo un ejemplo impecable a toda una generación que ahora está en las escuelas, institutos e universidades de todo el mundo, que pueden aprovecharlo para romper el falso optimismo procrastinador que todavía impera entre las élites mundiales, que pretenden resolver la crisis climática que se nos viene encima sin hacer cambios rápidos y profundos.
Porque en el cuento, después de que el niño haya gritado que el emperador está desnudo, los otros niños se añaden enseguida a él y, tras unos momentos de duda, el emperador se apresura a taparse las vergüenzas y los adultos quedan liberados del «encantamiento».
En resumen, que estoy convencido que Greta Thunberg es como un milagro, un milagro que, en estos momentos, muy posiblemente es absolutamente necesario.