RUSIA Y UCRANIA ESTAN VIVIENDO UNA ENORME CISMOGÉNESIS

En Ucrania, desde la independencia de 1991, las diferencias territoriales internas han alimentado un conflicto que ha sido aprovechado por Vladimir Putin durante los 22 años que lleva en el poder, con la intención de mantener el país bajo la influencia directa de Rusia. Así en la parte oeste, secularmente bajo la influencia del imperio austrohúngaro y de Polonia, tiene raíces más centroeuropeas, y la parte este, tradicionalmente dentro del imperio ruso, es en gran parte rusófona y rusófila y aspira por tanto a mantener la relación preferente con Rúsia.

Putin consiguió su propósito en diferentes momentos a través de la presidencia de Víktor Yanukóvich y el apoyo de la élites exsoviéticas, pero en 2014, tras la revolución conocida como Euromaidan, éstas tuvieron que claudicar y la respuesta de Rusia fue anexionarse rápidamente Crimea y dar apoyo más o menos encubierto a las regiones prorusas del Donbass. Precisamente la drástica decisión de febrero de 2022 de invadir todo el país ha aprovechado como justificación la dinámica del conflicto dentro de Ucrania entre prorusos y “antirusos”, tal como expuso con claridad meridiana en un articulo publicado en julio pasado.

Ésta dinámica del conflicto en Ucrania, y también la que se ha desenfrenado entre este país y Rusia por la invasión se pueden definir como procesos de CISMOGÉNESIS. Para quién no lo conozca, este concepto lo inventó hace más de 80 años el antropólogo y teórico de la comunicación anglonorteamericano Gregory Bateson para analizar y describir los conflictos crónicos cuando sufren un aumento considerable de agresividad entre la partes enfrentadas.

Procesos graduales e inconscientes

Según este concepto, estos procesos son graduales y sostenidos en el tiempo, de manera que llega un momento en que no está claro cuándo ha empezado el conflicto. Habitualmente también las partes se acusan mutuamente de ser los iniciadores y únicos responsables, y lo hacen aislando y magnificando los detalles y argumentos que les dan la razón y minimizando la importancia de los hechos y argumentaciones equivalentes que utiliza la otra parte.

Debido a la gradualidad, también suele pasar que, hasta que el proceso no está muy avanzado, las personas involucradas no llegan a ser conscientes de la gravedad de la situación ni de los profundos cambios que están sufriendo como sujetos, cambios causados por la escalada de agresividad. Usar el concepto de cismogénesis permite darse cuenta de que muchos tipos de conflictos individuales y colectivos graves empiezan así, por ejemplo, las separaciones matrimoniales traumáticas y también muchas guerras.

En la dinámica de las cismogénesis se configuran dos paradigmas opuestos que se niegan mutuamente la legitimidad y que imposibilitan casi totalmente la comunicación. Y lo peor es que los integrantes de uno y otro bando tienen cada vez menos respeto por los de la parte contraria, porque consideran ilegítima su posición y sus creencias, cosa que conlleva una deshumanización cada vez más cruda del “otro”. Ésta polarización acaba afectando a todo el mundo, y cada día que pasa más personas se ven obligadas a posicionarse a favor de una de las partes.

Nosotros” y “ellos”

En estos procesos el “otro” se convierte en una obsesión, y acaban pasando cosas y se llega a situaciones que los afectados consideraban imposibles e inimaginables. Y las motivaciones de todo ello, por muchos análisis que se hagan a posteriori, muy a menudo no encuentra explicación “racional” posible. Porque lo que más define a los procesos de cismogénesis es la retroalimentación que encuentra cada parte en lo que dice y hace el otro, y que lleva a actuar en una cadena de acción/reacción cada vez más agresiva y más puramente emocional.

Expuse y desarrollé el concepto ideado por Bateson en este artículo para analizar el conflicto político entre las identidades española y catalana que hay en España desde hace décadas, de hecho siglos, pero como ya he dicho se puede aplicar a muchos conflictos que se alargan en el tiempo, como es el caso del que involucra a Rusia y a Ucrania.

Cismogénesis complementarias y cismogénesis simétricas

Gregory Bateson creó el concepto de cismogénesis definiendo dos variantes: la complementaria y la simétrica. En el primer caso, las dos partes se enfrentan desde posiciones desiguales y el agravamiento del conflicto refuerza el papel dominante de la más fuerte y el papel dominado de la débil. En esta variante, por tanto, hay dos roles claramente diferenciados, con una de las partes que se reivindica en todo momento como hegemónica y la otra que se ve obligada a asumir su subalternidad.

Así, la dinámica resultante tiende a un reforzamiento de la complementariedad entre los dos roles, de manera que aunque haya momentos en que parezca que el conflicto se desenfrena, lo cierto es que tiende a la estabilidad. Es un esquema conceptual que se puede aplicar a muchas situaciones humanas, por ejemplo, a los casos de acoso laboral o escolar, o también a las relaciones de pareja conflictivas dentro de un esquema machista. Que algunas de ellas acaben como acaban, con la mujer muerta, no quita que la inmensa mayoría puedan mantenerse bastante estables a lo largo del tiempo.

En una cismogénesis simétrica, en cambio, los roles de las dos partes son equivalentes, de manera que el conflicto tiene mucha más tendencia a desenfrenarse, en una dinámica de escalada progresiva, porque ninguna de las dos partes acepta un papel subalterno. Esta variante del concepto es muy útil para analizar el origen de las guerras, sean civiles o entre países. Precisamente Bateson la concibió fijándose en los procesos prebélicos en marcha en la Europa de la década de 1930.

Cismogénesis en cadena

El conflicto que nos ocupa Ucrania lo plantea como una cismogénesis simétrica, de igual a igual con Rusia, mientras la parte rusa lo afronta como complementaria, en el que la otra parte debe someterse porque la concibe como inferior y subordinada a ella. Por eso Putin justifica la invasión como un acto de “protección” no sólo a los ucranianos prorusos, sino a todos los ucranianos, para “salvarlos” de un proyecto político nocivo para ellos.

El presidente ruso y sus allegados, que ahora mismo tienen un control casi absoluto de todos los resortes del poder en Rusia, han alimentado así durante años una cismogénesis interna ucraniana para acabar convirtiéndola en una mucho más grande entre Ucrania y Rusia enteras, ampliando enormemente sus márgenes y, consecuentemente, sus potenciales efectos destructivos.

Todo esto abre toda una serie de posibilidades de ampliación del conflicto, incluyendo cada vez a más países activando y potenciando otros conflictos larvados, convirtiéndolos en nuevas cismogénesis que arranquen avivadas por la que se ha desenfrenado entre Rusia y Ucrania.

Utilizar el concepto de cismogénesis puede permitir analizar preventivamente esta posibilidad, e impedir que pueda suceder una generalización del conflicto. Ésto es, precisamente, lo que pasó en la primera guerra mundial, en la que un asesinato político relativamente “local” llevó a un conflicto generalizado en Europa y otros países que abrió en canal la historia del siglo XX.

Josep Maria Camps
@jmcampsc

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